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Alain Vigneau, arteterapeuta y creador del Clown Esencial

«El arte me salvó»

Marta Oliu Gavañach
Marta Oliu Gavañach
Educadora social. Directora del Grupo de Teatro Inclusivo Crisálida. Unidad Terapéutica Els Til·lers.
Parc Sanitari Sant Joan de Déu
Alain Vigneau

¿La dificultad de vivir se puede afrontar a través del arte?

«Bien, si me planteas la vida como una dificultad, desde luego que el arte es una de las mejores cosas que nos puede pasar. Hubo quien dijo que el mundo sin arte solo sería un planeta. El arte es necesario si queremos realmente vivir, más allá de habitar este planeta. En mi caso, al menos, el arte me salvo».

¿Explicar los traumas personales y dejarnos ver sus vivencias forma parte del proceso del artista?

«Es que el arte en sí ya es un puente con el mundo. Cuando haces arte ya estás construyendo un puente con el resto de las personas. Naturalmente, la experiencia es distinta según la disciplina artística de la que estemos hablando. En mi caso, el clown, cuando creo un acontecimiento escénico, lo que la gente va a ver es a mí, en ese instante, no va a ver una obra que haya hecho, sino a mí. Sucede lo mismo en la danza o el teatro. Este contacto directo inmediato hace que el artista se pueda sentir muy desnudo frente al público, frente al mundo. En otras disciplinas como la pintura o la literatura, en cambio, el artista sabe que habrá un observador o un lector, pero mientras está pintando o escribiendo, el artista está solo. Es otro tipo de apertura, a mi parecer.

En la especialidad del clown es muy distinto porque éste vive para el público: si no está el mundo, tampoco existe el clown. Así que al hacer partícipe al mundo de la creación no solamente es una apertura al mundo, sino que puede ser muy delicado porque vas a verme mucho, tal vez más de lo que yo quisiera».

Usted menciona un concepto muy interesante: el derecho de las personas a no tener las respuestas, a decirle al mundo: «sigan un rato sin mí porque no alcanzo». ¿Cómo ha llegado a este pensamiento y porque lo destaca?

«Yo me hice artista porque no lograba vivir en el mundo de una forma “normal”, no tenía respuestas, era muy rebelde y me costaba encajar. Había un desajuste entre lo que yo era y lo que el mundo me pedía que fuera. En el arte encontré este encaje. Después de unos años de hacer teatro convencional, me fui hacia el clown.

Lo propio del clown es, justamente, reivindicar nuestra estupidez en el sentido de no tener respuestas para todo, de no poder con todo. El sentido del clown es precisamente esta reivindicación de nuestra humanidad y nuestras limitaciones. La vida es muy compleja, el mundo es enorme, y estamos día a día funcionando como si fuéramos ordenadores que procesan datos (las emociones, la economía, la información, las relaciones…) y dejando, muchas veces, para el final la relación con nosotros mismos. Así que es muy importante recuperar este derecho a poder decir: “no puedo con todo, y no quiero”. Y en este pensamiento, el arte es hermoso porque es generoso».

¿Y qué sucede cuando la vida de las personas es pura tragedia?

«Sucede que hay personas que no pueden afrontar la dimensión de la tragedia, que no la pueden ubicar en sus vidas, y hay quien piensa en morir o dejarse morir, pensando que así se termina el asunto, pero las tragedias siguen ramificándose con la vida de los que se quedan. Después están las personas que sobreviven a la tragedia. En estos casos, lo mejor que le puede pasar es transformar las vivencias de la tragedia en un potencial creador y transformarlo, a la vez, en un potencial de acompañamiento a otras personas.

A mí no me cabe duda que las personas que, por ejemplo, hemos pasado infancias difíciles hacemos como un máster en empatía, en saber lo que duele un corazón, en saber del pozo de la soledad, del abandono, de las preguntas sin respuesta… Luego, gracias al fenómeno de la resiliencia, se puede convertir en un profundo conocimiento del corazón humano, del alma humana, y a su vez eso se puede convertir en un fondo, no de sabiduría, forzosamente, pero sí de empatía hacia otras personas».

Desarrollaste el método Clown Esencial, ¿Por qué se describe como terapéutico?

«Con el método del Clown Esencial queremos que el público mire a su niño o niña interior de una forma profunda, queremos conectar con la inocencia que pertenece al mundo de la infancia. Es un espacio sin juicio, de mucha libertad. La nariz de clown es una máscara que permite estar en escena de una forma protegida, como detrás de un escudo, pero sin comicidad, más bien con ingenuidad. Este espacio de inocencia infantil es previo a la neurosis. Pero también legitimamos la neurosis, nuestras sombras tienen su espacio.

En Clown Esencial yo le doy la bienvenida a la vergüenza, al cansancio, a la rabia, a la confusión, al orgullo, al miedo, a la paranoia.

Se trata de una conquista al derecho a sentir lo que sentimos. A través de las improvisaciones, convierto este derecho en un hecho escénico y así tiendo ese puente a través del cual puedo encontrarme con el mundo.

Yo siempre defino Clown Esencial como el dulce descanso de pertenecer al mundo sin tener que mentirle. Es decir, poder decirle al mundo “estoy aquí, eso es lo que soy, y aun así tengo derecho a una buena vida”. Y ahí uno recupera una pertenencia muy amorosa, porque a los clowns se les quiere. El público ama a estos personajes porque se les ve torpes, patéticos, inútiles. Pero lo que se combina aquí es esta torpeza y el entusiasmo por vivir, porque los clowns no abandonan nunca. No sabrán abrir una puerta, pero no desisten en intentarlo. Y ahí está la belleza del clown, que conecta rápidamente con nuestra humanidad, con los seres humanos. Porque los seres humanos tampoco desistimos nunca de vivir.

Como clown, este mapa que trazamos hacia la ingenuidad y lograr esta identificación resulta terapéutico para las personas, es un acompañamiento».

¿Por qué el arte nos hace sentir emocionalmente mejor?

«Jean-Pierre Klein, psiquiatra y arteterapeuta, decía: “la representación del sufrimiento ya es parte de la curación”. Aunque la creación artística no esté especialmente enfocada a partir de un sufrimiento, puesto que el artista habla de sí mismo y se expone frente al mundo, la mirada que recibe es de pertenencia. El arte le da un lugar en el mundo. En segundo lugar, está la belleza. Más allá de cualquier juicio o de cualquier valoración de la belleza, solo el hecho de crear me devuelve un poder sobre lo que me pasa, sobre lo que tengo dentro. Me devuelve una mirada de belleza, pero de belleza no en un sentido estético sino en un sentido de asombro, en un sentido de reverencia sobre mi potencial creativo. Yo creo que al crear se renueva una mirada sobre mi propia dimensión porque sabemos que somos fruto de la vida y la vida es el hecho más creativo que hay en la galaxia. Es el ser consciente de tu singularidad, el arte nos da esta certeza de ser seres únicos.

También está el aspecto físico. Después de una actuación, tienes otra energía, te sientes mejor porque el arte pasa por el cuerpo. En Clown Esencial llegamos a lugares muy profundos casi sin darnos cuenta, simplemente moviendo la energía. Entonces el arte, en lo que tiene también de movimiento de energía, de energía emocional y corporal, también tiene un efecto regenerador».

¿Qué nos puede aportar el clown en nuestro bienestar?

«En mi método del Clown Esencial usamos técnicas de clown, pero nos alejamos bastante del clown típico, del cliché. Lo que nos puede aportar es una reconciliación con nuestras sombras, con nuestra torpeza humana, con nuestro derecho a no siempre ser tan hermosos y hermosas, tan increíbles y súper profesionales. Reconciliarnos con nuestras heridas. Hay una frase muy bonita que dice “bienaventurados los rasgados, los quebrados, porque dejan pasar la luz”. Reconciliarnos con nuestros dolores, con nuestra espontaneidad. Abrumarnos con nuestra creatividad, porque somos seres sumamente creativos y creativas. No hay nadie que no sea creativo en esta tierra, absolutamente nadie. Eso es una mentira. Asombrarnos con nuestra capacidad artística y nuestra capacidad de amar. Reconciliarnos con un humor sano, celebrativo, que pudiese celebrar con carcajadas también nuestras heridas. Creo que el clown nos da una visión profundamente amorosa de la tragicomedia de la vida, porque la vida no es solamente una tragedia ni solamente una comedia».

Este contenido no sustituye la labor de los equipos profesionales de la salud. Si piensas que necesitas ayuda, consulta con tu profesional de referencia.
Publicación: 12 de Enero de 2022
Última modificación: 1 de Junio de 2023

Alain Vigneau (Francia, 1959), creador de la Compañía La Stravagante con más de 20 años de trayectoria profesional, se dedica en la actualidad a la investigación en los ámbitos terapéuticos y artísticos del mundo del clown. Con formación en terapia Gestalt y psicoterapia integrativa, encontró en el arte una forma de transformar su dolor después de una infancia especialmente trágica. Autor de libros como «Vida de Clown, la tragicomedia del ser» (Ediciones La Llave, 2020) y  «Clown Esencial, el Arte de reírse de sí mismo» (Ediciones La Llave, 2016), conversamos con el artista para conocer cómo el clown puede acompañar emocionalmente a las personas.