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Pautas de autocuidado para las familias en casos de TCA

Las personas cuidadoras necesitan espacios propios para no agotarse
Sònia Sarro Álvarez
Dra. Sonia Sarró Álvarez
Doctora en Medicina. Psiquiatra especializada en trastornos de la conducta alimentaria. Área de Salud Mental
Hospital Sant Joan de Déu Barcelona
Jordi Mitjà
Jordi Mitjà Costa
Enfermero de la Unidad Funcional Integrada de Trastornos de la Conducta Alimentaria. Área de Salud Mental
Hospital Sant Joan de Déu Barcelona
Autocuidados

Cuando a una persona querida le diagnostican un trastorno de la conducta alimentaria (TCA), como cualquier otro problema de salud serio, no es fácil de aceptar. Como toda patología de larga duración, un TCA comporta un desgaste considerable, tanto de la familia como de la persona afectada, puesto que deben realizar un proceso de recuperación lleno de incertidumbres.

Las personas cuidadoras desempeñan un papel esencial en el proceso de recuperación. Cabe recordar que la detección precoz, el abordaje por parte de un equipo especializado y la participación de la familia durante el proceso terapéutico son factores que favorecen un mejor pronóstico.

El tratamiento de un TCA, ya sea anorexia, bulimia, atracones u otro tipo, no es rápido. Es un proceso lento, paulatino, con retrocesos y avances. Por eso, debemos plantearlo como una carrera de fondo, no como un esprint donde debemos darlo todo hasta quedarnos agotados. Deberemos mantener las fuerzas, sin agotar las reservas. Aparecerán momentos en los que habrá agotamiento físico y mental. Se trata de reacciones normales ante una situación complicada, pero que necesitan apoyo.

Asimilando el diagnóstico

Una vez diagnosticado el trastorno y la persona afectada recibe tratamiento en un centro especializado, la familia a menudo recibe indicaciones a seguir, por parte del equipo terapéutico, incluso antes de que hayan tenido tiempo de asimilar la situación. Es decir, que deben actuar antes de poder pensar y asimilar cómo nos hace sentir la nueva situación. Y, al hacerlo, a menudo aparece la culpa. Es una reacción esperable, pero no por eso es cierta. Es importante no dejarse atrapar por ese sentimiento.

La aparición de un trastorno de la conducta alimentaria es un auténtico reto para todo el núcleo familiar, un reto con el que no contaban y para el que no estaban preparados. Por eso es importante que las familias compartan, desde el inicio, los miedos y angustias, pregunten las dudas y se sientan escuchados y entendidos por parte del equipo terapéutico.

Sobrevivir al TCA

Es comprensible y esperable que en las familias aparezcan momentos de crisis, agotamiento físico y mental. Se trata de reacciones normales ante una situación nada fácil y prolongada en el tiempo. Al mismo tiempo, al ser esperables, han sido estudiadas y comparten muchos rasgos con otras situaciones de desgaste (larga enfermedad, competiciones deportivas, la presente pandemia, etc.), lo que nos ayuda a prevenirlas o saber reaccionar.

Síntomas que pueden ser señal de sobrecarga de las personas cuidadoras:

  • Desmotivación y tristeza más allá del problema de la persona afectada.
  • Problemas para dormir o excesiva somnolencia.
  • Nivel de estrés o ansiedad elevados, ataques de angustia.
  • Desinterés o abandono de las propias aficiones.
  • Desinterés por hacer planes de futuro o por vivir nuevas experiencias vitales.
  • Irritabilidad fácil.
  • Cansancio permanente, dolores o molestias físicas, sin problemas de salud aparentes.
  • Desinterés por tener contacto social, quedar con amigos, compartir con la pareja.
  • Sentirse «quemado» (burnout)

Cuidarse para poder cuidar

Cuando un TCA entra en casa es habitual que la familia se sienta angustiada y confusa. Necesitan información sobre qué le ocurre a la persona afectada, y qué pueden hacer para ayudarle. La familia puede tener una enorme fuerza en la recuperación.

Pero, además, puede haber otros hijos o hijas que también necesitan ser tenidos en cuenta, y también están las necesidades propias de la persona cuidadora o conviviente.

No nos engañemos: el trastorno alimentario pondrá a la persona afectada en el foco de prioridades y a menudo sentiremos que remamos en un mar de tormenta. No olvidemos nuestra brújula interna, no perdamos el rumbo: el objetivo se sitúa más allá del mal tiempo, al llegar a puerto.

Por otra parte, convertirse en padres y madres ya comporta dar prioridad a los hijos, así que es una tarea donde ya tenemos experiencia. Sin embargo, deberemos aprender nuevas habilidades, arriesgarnos a probar funcionamientos diferentes, y repensar cómo organizamos la vida de familia y la nuestra propia.

Es muy recomendable compartir el cuidado de la persona con TCA. En el caso de familias monoparentales, se recomienda pedir a alguna persona de confianza que colabore. En el caso de dos cónyuges, se recomienda repartir tareas en función de las debilidades y fortalezas de cada uno. Por ejemplo, hay madres que nos dicen que, para ellas, la dificultad no está en cocinar sino en cómo montar el plato o servirlo en la mesa. Si el padre en esto se siente más fuerte, es una buena ocasión para apoyarse mutuamente. Los equipos de trabajo social también pueden evaluar el caso y proporcionar orientación y ejemplos prácticos sobre la organización en casa. Como se ha comentado anteriormente, se trata de un tratamiento largo. Si hay dos personas cuidadoras, podrán relevarse, de modo que una llegue a donde la otra ahora no puede.

Consejos para personas cuidadoras:

  • Dormir por lo menos 7 horas al día.
  • Hacer ejercicio físico: camina, o haz un ratito de cualquier deporte. Media hora al día es suficiente.
  • Organiza tu tiempo: distingue lo que es urgente de lo que es importante, y de lo que no lo es tanto. No quieras llegar a todo.
  • Aprende a delegar tareas: cuesta, pero sale a cuenta. Recuerda que no eres imprescindible.
  • Reserva unos minutos durante el día para relajarte, ya sea practicando técnicas de relajación o sencillamente escuchando el silencio o una música suave, yendo a la piscina, etcétera.
  • Comparte: reconoce tus sentimientos negativos y habla con alguna persona de confianza. La fuerza de sentirse comprendida carga nuestras pilas emocionales. Es bueno preguntarnos cómo nos está afectando la situación, dialogar con la pareja, con el equipo terapéutico u otras familias.
  • En lo que sea necesario, plantéate cambiar rutinas, sin miedo. De la misma manera que se anima a la persona afectada a afrontar los problemas y exponerse buscando nuevos modos de gestión emocional, no nos dé miedo probar cambios.
  • Hay que poner límites a la persona con un TCA, igual que lo hacemos con cualquier hijo. Hay que saber decir que no a ciertas demandas que son producto del propio trastorno.
  • No bajar la guardia cuando es necesario, y relajarse cuando sea posible. En momentos como las comidas o ante una crisis, es necesario aguantar el tipo, pero llegarán otros donde poder disfrutar con la persona afectada, consultar dudas, recibir apoyo. Si entre los padres hay disensión, discutámosla aparte, no en el momento difícil en el que hay que unir fuerzas. Además, la persona con TCA necesita un límite, pero puede que no en todo. Aprendamos y consultemos cómo diferenciar, dónde poner más atención (ingestas, control de la medicación) y dónde se puede relajar, para no desgastarse en una alerta constante.
  • Darse compensaciones y momentos de desconexión ayuda a preservarse. Cuida tener espacios de pareja y propios, no conectados con el TCA. Fomenta las relaciones sociales, reserva tiempo para estar con tus amistades y familiares.
  • Practica tus aficiones, son un gran espacio para tomar aire.
  • Practica la autocrítica constructiva, así como la validación. Es honesto tener dudas, es humano equivocarse, y es sabio rectificar. Nuestros hijos e hijas no esperan a padres y madres perfectas, nos esperan a nosotros. El crecimiento es un viaje que hacemos juntos. Valorémonos nosotros también por los esfuerzos que hacemos por nuestro hijo, aunque no siempre resulten como quisiéramos.
  • Utiliza los recursos existentes, como por ejemplo las asociaciones. A menudo encontrarás grupos de familias.
  • Pide ayuda cuando el agotamiento físico o mental te esté venciendo.

Espacios de apoyo para familias

Desde diferentes asociaciones, como por ejemplo la Asociación Contra la Anorexia y la Bulimia de Catalunya, se realizan grupos de apoyo y acompañamiento. El objetivo de este grupo es ofrecer un espacio a los familiares en los que resolver las dudas y angustias que sufren en el día a día, así como recibir estrategias para hacer frente al trastorno desde la familia. Se trata de un grupo abierto en el que los familiares ponen en común sus experiencias, preocupaciones y miedos. Entre ellos se van dando herramientas, soporte, estrategias y puntos de vista sobre lo que les ha funcionado en la familia y les pueden servir de ayuda en las demás familias.

También es importante tener en cuenta los grupos y espacios que se ofrecen a las familias desde los distintos centros donde se realiza el tratamiento. Cada vez más se realizan grupos de gestión emocional para las familias y personas afectadas, iniciativas que permiten que puedan expresarse todos aquellos malestares y, entre familias, se comparten consejos para superarlo. Se recomienda que las familias puedan verbalizar sus miedos y angustias en los equipos terapéuticos, a fin de recibir ayuda específica si fuera necesario.

Este contenido no sustituye la labor de los equipos profesionales de la salud. Si piensas que necesitas ayuda, consulta con tu profesional de referencia.
Publicación: 19 de Diciembre de 2022
Última modificación: 20 de Diciembre de 2022
Sònia Sarro Álvarez

Dra. Sonia Sarró Álvarez

Doctora en Medicina. Psiquiatra especializada en trastornos de la conducta alimentaria. Área de Salud Mental
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Jordi Mitjà Costa

Enfermero de la Unidad Funcional Integrada de Trastornos de la Conducta Alimentaria. Área de Salud Mental
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