Trastornos de la conducta alimentaria y maternidad

Sí, los TCA son trastornos mentales que afectan las decisiones alimentarias y provocan desnutrición y un estado de alerta constante. Por lo que, como mecanismo de adaptación a esta situación, nuestro organismo entra en modo ahorro, evitando gastar la poca energía que tiene y priorizando aquellos procesos que son esenciales para la supervivencia. La reproducción, todo y que para la persona pueda ser importante, no es esencial.

Los estudios muestran que personas con TCA tardan más tiempo en lograr un embarazo y presentan con mayor frecuencia abortos y embarazos no planificados. También se relaciona con un incremento en la necesidad de acudir a tratamientos de fertilidad.

Sin embargo, es importante señalar que las investigaciones también sugieren que, con el tratamiento adecuado, estos efectos son reversibles.

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Si, tener cualquier TCA supone un mayor riesgo de complicaciones durante el embarazo y para el normal desarrollo del bebé como, por ejemplo:

• Un crecimiento intrauterino retardado.
• Partos prematuros.
• Cesáreas.
• Preeclampsia.
• Peor vivencia del proceso.
• Mayor ansiedad.
• Mayor probabilidad de depresión posparto. 

Pero también hay que tener en cuenta que el propio embarazo afecta también al curso de nuestro TCA. Los cambios propios del embarazo (incremento de necesidades energéticas, modificaciones en el apetito, ascos, náuseas, vómitos, cambios corporales, estrés por cambio vital…) y el modo en el que se acompaña este proceso (preocupación por el peso, normalización de conductas patológicas por parte de la sociedad, prescripción de dietas, estigma de peso, la presencia de gordofobia médica) puede impactar de una manera negativa en el TCA, ya que existe mayor riesgo de déficit energético, de estrés, de hiperpreocupación por lo saludable o de insatisfacción corporal.

En muchos casos, se ha visto que el embarazo aminora la sintomatología, probablemente por el «permiso social» a los cambios en el cuerpo y a engordar durante esta etapa. En el posparto, por lo general, el permiso desaparece y vuelven con fuerza las presiones por lograr recuperar tu cuerpo anterior. Esto, y el estrés y las exigencias de la crianza, suele hacer que se agudicen los síntomas.

Generalmente, el ciclo menstrual regresa tras un tiempo de haber recuperado y mantenido estable el peso natural de la persona.

El peso natural es el aquel rango de peso, determinado genéticamente, en el que tu organismo funciona bien, sin restricciones, ni compensaciones y con tu cerebro sintiéndose a salvo. Puede ser que ese peso natural no coincida con el índice de masa corporal (IMC) considerado normal. Hay personas que sin estar en infrapeso presentan amenorrea, porque, aunque su IMC sea considerado normal o alto, están por debajo de su rango de peso natural.

Es importante también saber que el hecho de que regrese el ciclo menstrual y de que exista la posibilidad de embarazo, no significa que tu hija esté recuperada. Significa que está mejor, pero no recuperada. Puede ser que siga existiendo mucho sufrimiento mental. Se debe seguir trabajando.

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Sí, ambos trastornos restrictivos cursan con deficiencias nutricionales, por lo que pueden afectar negativamente en el desarrollo y crecimiento fetal, así como ocasionar otros resultados obstétricos desfavorables (preeclampsia, parto prematuro...).

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Primero de todo, quiero poner en valor que estés en proceso de recuperación y lo positivo que es que puedas identificar y expresar tus miedos. Como sabrás, la recuperación es un proceso difícil, que requiere de mucho compromiso y coherencia constante para ir soltando, no sólo la restricción, sino también las creencias limitantes y las conductas desadaptativas. Mirar hacia esos miedos, cuestionarlos y decidir qué hacer con ellos también es parte de ese camino.

Te animo a seguir trabajando, y a rodearte de profesionales especializados que te acompañen en el proceso de aceptación de la imagen corporal y de su naturaleza cambiante, pero no sólo desde el amor propio o autoestima, sino también cuestionando las voces externas, los mandatos sociales, la presión estética y la gordofobia. Siendo crítica con todos esos mensajes que recibimos desde niñas y que nos hacen creer que deberíamos mantenernos inmutables a lo largo del tiempo y esforzarnos continuamente por mantener el mínimo peso que tuvimos, ocultar nuestro cansancio, nuestras estrías, disimular celulitis, nuestras arrugas, tapar los poros, teñirnos las canas; en este caso se nos insta a volver al cuerpo de antes, como si no hubiera pasado nada. En definitiva, disimularnos y borrar de nosotras cualquier señal de vida.

Debemos ser críticas con todos esos mensajes que recibimos desde niñas y que nos hacen creer que deberíamos mantenernos inmutables a lo largo del tiempo y esforzarnos continuamente por mantener el peso que tuvimos.

Socialmente, parece que si no haces nada por disimularte es que «te estás descuidando», que «te has echado a perder», incluso que te falta de amor propio. Yo creo firmemente que es ilógico pensar que la lucha contra el cuerpo cambiante que somos sea la premisa para amarnos. Nuestros cuerpos no son estáticos, el cuerpo cambia y es (o debería ser) lo deseable y lo natural.

Sí, la insatisfacción corporal en sí se considera un factor riesgo para desarrollar un TCA. Te invito a que te preguntes: ¿de dónde nace esa insatisfacción?, ¿deseas ese cuerpo concreto? o ¿deseas lo que crees que obtendrás con ese cuerpo?

Con esto quiero mostrarte que la insatisfacción y ese deseo de un determinado cuerpo tiene su lógica en una cultura que no muestra la diversidad corporal, que elogia la delgadez («felicidades, que bien te has quedado») que castiga e invisibiliza la gordura y nos exige permanecer inmutables a lo largo del tiempo («Guau, estás fantástica, no se te nota que has sido madre»).

Durante el embarazo se otorga cierto permiso al cambio, a engordar («come tranquila que ya tendrás tiempo de perderlo»), pero tras el parto esta licencia desaparece y de nuevo se nos insta «a recuperarnos», a borrar cualquier señal que muestre que hemos sido madres.

Si experimentas ese malestar, y sientes ese miedo a desarrollar un TCA, es que muy probablemente tus decisiones de vida ya están muy condicionadas por esta insatisfacción. Te recomiendo que pidas ayuda ya. Cuanto antes trabajemos en esto mejor.

Durante el embarazo se nos otorga cierto permiso a engordar, pero tras el parto de nuevo se nos insta a borrar cualquier señal que muestre que hemos sido madres.

Igualmente, como digo, sería bueno que reflexionáramos sobre los ideales de belleza y cómo funcionan como mecanismo de control. Y en vez de gastar la energía, tiempo, dinero y arriesgarnos a perder salud por encajar en unos moldes creados socialmente, invirtiéramos nuestras fuerzas en romperlos.
Como dice la activista Magda Piñeyro: «Vivir en el deseo de ser otra, en la perpetua posibilidad de habitar otro cuerpo, hace que no habites este que tienes, este que eres».

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El modo de prepararnos para esta etapa dependerá en gran parte de tu propio proceso, en qué fase estés, el grado de consciencia del trastorno, el grado de compromiso, que sintomatología presentas, cuáles son tus detonadores... La respuesta general sería tomando consciencia de tu proceso y comprometerte también a pasar a la acción.

• Comparte tu situación con los profesionales que te acompañan en el embarazo para que adapten el seguimiento a tu situación. Rodéate de un equipo de profesionales especializados que te ayuden en tu proceso, tanto de rehabilitación nutricional como para trabajar y enfrentando tus miedos reprogramando patrones de pensamiento propios del trastorno, identificando autoengaños.
• No olvides el apoyo emocional. El embarazo y la futura crianza son situaciones muy estresantes en las que podemos experimentar pérdida de control. Es clave que te hagas de nuevos recursos saludables para la gestión de emociones y de malestar y no incurras en conductas disfuncionales.
• Ten muy presente que en esta etapa es muy fácil entrar en déficit enérgico, tus demandas durante el embarazo y posparto aumentarán, por lo que debes incrementar tu ingesta y no restringir ni física ni mentalmente, descansa, muévete siempre desde el placer y el cuidado autocompasivo, no como castigo.
• Comparte tu proceso con gente cercana, hazte de una red de apoyo, nútrete de relatos reales y se prudente con el contenido que consumes en redes sociales.
   

En primer lugar, en cuanto a la capacidad de lactar, reduciéndola al plano más físico, es decir al funcionamiento de la glándula, lactar es posible. Si bien la producción puede estar disminuida debido a un infradesarrollo del tejido mamario en el caso de mujeres que perdieron el ciclo menstrual (amenorrea hipotalámica) o tuvieron alteraciones importantes en el mismo durante la pubertad. La composición de la leche también se ha visto afecta en situaciones de desnutrición severa.

Por otra parte, y en relación a la idoneidad de dar el pecho, debemos tener presente que este proceso va a suponer un gran gasto energético, aparte de que puede constituir una fuente de estrés importante debido a menudo a falta de apoyo familiar, social, dificultades que pueden aparecer...Para obtener la respuesta, tienes que ser honesta contigo misma y valorar tu deseo y el riesgo-beneficio.

Si decides dar el pecho, prioriza tu descanso, delega y póntelo fácil. Es importantísimo comer sin restricciones. Ten en cuenta que aumentan muchos las necesidades energéticas. En personas que han estado previamente desnutridas puede haber episodios de hiperfagia (atracones), o de mucha hambre mental. Hónrala, es un mecanismo de adaptación. Tu cuerpo que ha estado desnutrido con anterioridad quiere asegurarse que no va a pasar hambre. Si estás en una fase del trastorno avanzado, puede ser que los circuitos de recompensa cerebrales del hambre y la saciedad estén alterados, en este caso debes comer conforme a una pauta nutricional, pero siempre entendiéndola como un mínimo. Si tu cuerpo te pide más, dale más.

Esto es muy común en mujeres con antecedentes de TCA. La preocupación por la alimentación saludable de los hijos, a menudo, despierta de nuevo esa hipervigilancia alimentaria trayendo de vuelta la rigidez, los tetris alimentarios, la obsesión por las recetas, el estrés... Te animo a que busques ayuda para trabajar tus miedos y mejorar la relación con la alimentación.

Para que la alimentación sea saludable, debemos fijarnos no sólo en lo que comemos, sino en cómo lo hacemos. Nuestra alimentación debe ser flexible y suficiente, contemplar las necesidades nutricionales, pero también el placer y el valor social de los alimentos.

El miedo cuando no es patológico tiene una función protectora (es lo que nos hace girar para comprobar que hemos apagado el fuego). En este caso, probablemente te está empujando a valorar tu propia relación con los alimentos, a trabajar para mejorarla y para evitar un daño mayor.

Se ha visto que la rigidez alimentaria en los progenitores, así como catalogar los alimentos en buenos y malos, demonizando los segundos, puede dar lugar a conductas alimentarias desordenadas.

Recuerda que para que la alimentación sea saludable no solo importa lo que comemos, sino cómo lo hacemos. Una alimentación flexible que tenga en cuenta nuestras necesidades nutricionales, hambre, saciedad, el placer, el componente social, etc.
 

Muchas mujeres ya saben que tienen o han tenido un TCA pero a menudo, por miedo o por vergüenza a ser juzgadas, no lo dicen. Así que el primer paso sería hacer de la consulta un lugar seguro, libre de juicios, e incluirlo en la recogida de datos preguntando por ello directamente.

Cuando no hay antecedente, la cosa se complica, ya que desgraciadamente muchas conductas pasan desapercibidas al estar normalizadas o incluso valoradas socialmente. Pero puede hacernos sospechar una mujer con un cuadro ansiosodepresivo que presenta:  

• Hiperpreocupación por lo saludable y mira y remira los cuadros nutricionales de los productos.
• Rigidez alimentaria: su acompañante, por ejemplo, explica que evita sistemáticamente ciertos alimentos (fear foods) o que los come de determinada manera siguiendo unas reglas muy estrictas (food rules).
• La presencia de atracones.
• La obsesión por el movimiento.
• Que refiera insatisfacción corporal o miedo intenso a los cambios corporales.
• Sufrimiento emocional.
• Aislamiento.
• Cambios de humor si no puede cumplir con su plan alimentario o de actividad. 

También puede ser llamativo una persona que presenta variaciones bruscas en el peso o, por lo contrario, no sube de peso, etc. Pero, como veréis, no hago referencia a un peso determinado o a un IMC concreto, ya que se dan en todos los cuerpos.

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Como comadronas, el cómo acompañemos y el modo en el que ofrezcamos los consejos de salud será determinante, ya que estamos presentes en momentos de gran vulnerabilidad como la adolescencia, el embarazo, el posparto y la menopausia.

Hoy en día, uno de los parámetros más medidos, por ejemplo, en las consultas del embarazo sigue siendo el peso (el peso inicial, en cada visita, el peso total cogido.) y los consejos de salud que ofrecemos, a menudo, van enfocados a controlar ese peso para que cumpla ese cuadrito que todas conocemos que establece unas ganancias de peso ideales según el índice de masa corporal (IMC).

Estas prácticas no están basadas en evidencia científica de calidad. De hecho, está demostrado que cuando la atención se centra en el peso, empora la salud física y mental de la persona. Comentarios como, por ejemplo, «ojo, vigila lo que comes», «no comas por dos, que ya has cogido todo el peso que tenías que coger» o «felicidades, no has cogido nada de peso desde la última visita» son comentarios desubicados que generan más obsesión con la comida, sensación de insuficiencia, vergüenza, culpa... Para una persona con TCA es echar leña al fuego.

Así que debemos echar a un lado la báscula y situar en el centro a la persona. Preguntar, escuchar y acompañar con empatía y respeto, aceptando la diversidad corporal y entendiendo que la salud es un concepto mucho más amplio y subjetivo, y que está determinado por diversos factores modificables (alimentación, movimiento, descanso, consumo de tóxicos, ocio, gestión del estrés...) pero también, otros fuera de nuestro control (peso, raza, edad, acceso a atención sanitaria, pertenecer o no a un grupo socialmente oprimido, etc.).

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Trasladando todo esto a unas pautas más concretas, serían:

• Ser conscientes de que subir a alguien a una báscula es una intervención no exenta de riesgo. Valorar riesgo beneficio y, en el caso de que se decida pesar, ofrecer peso ciego.
• Vigilar cómo damos los consejos nutricionales. Debemos ser conscientes de que para que la alimentación sea saludable no sólo importa lo que se come sino como se come. Es importante que sea una alimentación flexible que tenga en cuenta las necesidades nutricionales, hambre, saciedad, el placer, el componente social...etc. Se ha visto que la rigidez alimentaria, así como catalogar los alimentos en buenos y malos, puede dar lugar a conductas alimentarias desordenadas. Recuerda comer mejor mejorará la salud, aunque el peso no cambie.
• Incluir la diversidad corporal en las imágenes de póster de consulta y en las presentaciones para favorecer la aceptación de los cambios corporales. 

Sí, ya se ha comentado antes el modo en el que el embarazo y, sobre todo, el posparto afecta a la persona con TCA, pudiendo agravar el trastorno.

Lo ideal sería trabajar con un equipo multidisciplinar y acompañar a la persona muy de cerca, adaptando las recomendaciones y los cuidados a la etapa del trastorno en la que esté.

El acompañamiento emocional de estas mujeres será clave; debemos tratar de no caer en un trato culpabilizador y paternalista, y reconocer y poner en valor sus logros.
 

Si la pregunta la haces como amiga o familiar de una persona con TCA, te diría que muchas veces puede ser tan sencillo como mostrarte cercana, disponible o preguntarle directamente cómo la puedes ayudar, sin juicios.

Como profesionales, debemos individualizar y centrar los cuidados en la persona que tenemos delante, teniendo presente sus deseos, sus necesidades y sus circunstancias.

La lactancia materna puede llegar a ser más perjudicial que positiva, si no se asegura la ingesta suficiente, ya que puede activar y reforzar la sintomatología del TCA.

En ocasiones, si la mujer se encuentra en un estado de déficit energético, la lactancia materna exclusiva con todos sus beneficios puede llegar a ser más perjudicial que positiva, si no se asegura la ingesta suficiente, ya que puede activar y reforzar la sintomatología del TCA. Es clave evitar volver a entrar o caer en déficit energético. Explicar a la mujer es normal que sienta más hambre, que la honre. Se han descrito episodios de hambre extrema o hiperfagia, algo totalmente normal. Será importante responder siempre al hambre física o mental.

Por último, hay que comentar que, como profesionales de la salud, poner en valor el gasto calórico de la lactancia materna es de todo menos valioso. Ya hay estudios que sugieren que en mujeres con TCA la lactancia puede constituir mecanismo disfuncional para control de peso, es decir, una conducta compensatoria.