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Maria Carrera Ferrer. Psicóloga clínica. Coordinadora de la Unidad de TCA en el Instituto Balear de Salud Mental para la Infancia y la Adolescencia y presidenta de AEETCA

«Nunca habíamos visto tanta comorbilidad en los trastornos alimentarios»

Marta Aragó
Marta Aragó Vendrell
Periodista. Coordinadora de contenido
SOM Salud Mental 360
Maria Carrera

En todos estos años de trayectoria atendiendo a niños y a adolescentes con trastornos alimentarios, ¿qué cambios significativos ha notado en el perfil de las personas afectadas?

«Los adolescentes son siempre los mismos, pero las características de cómo muestran el trastorno o cómo se expresan sí que ha ido cambiando. Ahora lo que encontramos es mucha más comorbilidad, menores adolescentes o incluso niños y niñas con depresión, mucha ansiedad y con rasgos de personalidad que a veces dificultan el abordaje terapéutico. Antes veíamos, por decirlo de alguna manera, casos «más puros», una anorexia, una bulimia… Ahora vemos más mezcla: depresión, ansiedad, rasgos de personalidades disfuncionales… Y esto hace que el abordaje terapéutico sea más complejo». 

En una de las ponencias del último congreso de la Asociación Española para el Estudio de los Trastornos de la Conducta Alimentaria (AEETCA) se habló de las diferencias existentes entre los casos de TCA prepandemia y postpandemia. ¿Ha habido realmente un antes y un después del COVID-19?

«Lo que pasó en la pandemia fue un detonante. Ya se venían gestando muchos cambios sociales, entre los cuales, una aceleración en el día a día y la incorporación masiva de las mujeres al trabajo, con lo que la conciliación familiar es compleja y los niños andan inmersos en muchas actividades, a menudo con poca presencia de los padres y con dificultades para ponerles límites.

Ahora encontramos mucha más comorbilidad, adolescentes o incluso niños y niñas con depresión, mucha ansiedad y con rasgos de personalidad que a veces dificultan el abordaje terapéutico de los TCA.

¿Qué pasó durante el COVID? Pues que las personas más vulnerables, especialmente los adolescentes y los prepúberes, se vieron totalmente aislados de sus amistades durante muchos meses, sin ir a clase casi durante un curso y medio, y llegó un momento en el que muchos padres se incorporaron a sus lugares de trabajo y ellos se quedaron solos, delante de una pantalla y con las redes sociales que les bombardearon a menudo con informaciones inadecuadas. De hecho, muchos me cuentan que estaban horas mirando por Internet dietas o maneras de hacer ejercicio, pero claro, también es verdad que en ese momento el mensaje que se daba era «como estamos encerrados, vamos a hacer ejercicio, vamos a comer bien», y durante la adolescencia cuesta discernir qué informaciones pueden ser perjudiciales. Y entonces sí que algunos niños y adolescentes, quizás los más vulnerables, hicieron un crac. De esta situación salieron adolescentes muy dañados. Creo que pocas veces he visto tantos menores con trastornos alimentarios, depresiones muy graves, con mucha ansiedad, con dificultades para relacionarse con los demás, con autolesiones, etc.».

Supongo que uno de los cambios más significativos es la edad de debut en los trastornos alimentarios, que cada vez es más temprana ¿A qué cree que es debido?

«Sí, antes se hablaba de una media de catorce años para el debut en anorexia, y de quince en bulimia. Ahora, la media de edad de las personas que atendemos es de trece años, pero empiezan con ideas a los once y debutan a los doce, e incluso hemos visto alguna niña de nueve años. Se dice que hay una maduración biológica precoz, que las niñas, por ejemplo, tiene antes la regla y que esto se está adelantando, pero yo creo que aquí hay un factor clave que son las redes sociales. Yo a veces les digo en broma que parecen todas influencers, siempre bien vestidas, maquilladas… De hecho, ahora se están viendo lesiones en la piel de niñas de diez años, porque se maquillan con productos como si fueran mayores y con el beneplácito de los padres, que creo que no saben muy bien qué están haciendo y los riesgos que puede conllevar. Pero esto es lo que ellas ven cada día en los medios, y esto es lo que provoca que sean tan precoces en todo. Yo encuentro niñas de doce años que me cuentan que mantienen relaciones sexuales, y me quedo pasmada. Y da miedo, porque emocionalmente no están maduras y no saben muy bien qué están haciendo, solo lo hacen por imitación. Ellos piden hacerse mayores más rápido, pero el cerebro no madura más rápido.

Muchas niñas quieren hacerse mayores muy deprisa, porque es lo que ven en redes sociales, pero su cerebro no madura más rápido de lo normal y no tienen herramientas suficientes para gestionar sus emociones.

La adolescencia es la edad de los miedos, de las inseguridades, de la comparación con el otro, de la evitación…, pero ahora todo esto lo tienen amplificado a través de las redes sociales. Imagínate estar todo el día en un escaparate, comparándote con los demás, sintiéndote insegura, pero sin tener las herramientas de gestión de las emociones que se supone que tenemos los adultos».

¿Esto significa que también ha cambiado o debe cambiar la manera de atender a estas personas?

«Pues sí. Lo que estamos viendo todos y nos cuesta muchísimo cambiar es que las técnicas o los encuadres terapéuticos que utilizábamos hasta ahora, como una hospitalización o un hospital de día, no nos sirven igual que antes. Hay, pues, que cambiar el enfoque terapéutico. En este sentido, lo que está dando muy buenos resultados es la atención domiciliaria, porque no sacas a la persona de su entorno y, con el apoyo continuado de un equipo terapéutico y la supervisión continuada de la familia, se va incorporando poco a poco a su vida diaria. Y también hay que trabajar con la familia. Si no trabajas con la familia, no avanzas. Este trabajo se puede focalizar en empoderar a los padres para devolverles la capacidad de cuidar de su hijo o hija, y que este poco a poco vuelva a poder tomar la responsabilidad de cuidarse por sí mismo; pero, por otro lado, también nos encontramos con familias que necesiten un tratamiento familiar específico.

También hay un montón de aproximaciones que van saliendo, como las terapias de mentalización, las terapias basada en los rasgos de personalidad, que se están empezando a trabajar con menores, o también el uso de las tecnologías, con simuladores, realidad virtual, etc.». 

Si para algo ha servido este aumento de casos quizás ha sido para dar visibilidad a los trastornos alimentarios, para que se hable de ellos en los medios de comunicación. ¿Nos estamos concienciando sobre la gravedad de estos trastornos?

«Es verdad que necesitamos que se visibilicen los trastornos de salud mental y últimamente se está hablando más de ellos, pero, aun así, creo que se sigue trivializando el trastorno alimentario. No se ve cómo es en realidad, se ve solo la puntita del iceberg y no se ve todo el sufrimiento que hay debajo. Ahora bien, hay que pelear mucho para conseguir un psicólogo más o un psiquiatra más o una enfermería estable…Por eso es importante ir al unísono cuando reivindicamos y pedimos recursos. A principios de los 2000 se crearon muchas unidades de TCA, en los últimos diez años se ha creado alguna más, pero allí nos hemos quedado. Se necesitan más y también se necesitan más profesionales, si no, no damos a basto.

En este punto, el papel de las asociaciones de familias ha sido imprescindible. Ellas han sido las que más han presionado para incrementar los recursos para el tratamiento de los TCA. Pero creo que las asociaciones tienen ahora un problema con la falta de relevo de esas personas que años atrás se movilizaron pero que ahora están envejeciendo. Creo que ahora mismo a los padres más jóvenes, o a los profesionales en el caso de nuestra asociación, les cuesta asociarse; quizás ahora nos cuesta más comprometernos». 

¿Y si hablamos de prevención?

«Por lo que se refiere a la prevención, creo que se está haciendo poca cosa. Es un tema que se debe empezar a trabajar en la infancia; si la iniciamos en la adolescencia llegamos tarde.  La prevención debe hacerse de manera transversal y que sirva para otros problemas de salud mental, no solo para los TCA. Es muy necesario enseñar a los chicos y chicas a ser críticos, a tener buenos hábitos de alimentación, a hacer ejercicio físico, a mejorar la autoestima, dotarles desde pequeños de herramientas para sentirse más seguros de sí mismos, para poder enfrentarse a los problemas que vienen en la vida, a saber decir que no y que sí… En definitiva, a quererse. Y esto se aprende en casa, pero también en la escuela, en los espacios de ocio, en las actividades deportivas. Yo creo que la prevención iría por aquí. Es muy difícil hacer prevención para adolescentes».

La AEETCA agrupa a los profesionales que intervienen desde diferentes disciplinas en la atención de los TCA. ¿Con qué objetivos?

«Esta asociación fue fundada en 1996 por el Dr. Morandé -desgraciadamente fallecido- durante el boom de los trastornos alimentarios en España, ante la necesidad de estudiar más y mejor estos trastornos y de que los profesionales se agruparan para intercambiar ideas, formas de tratamiento, investigaciones, conocimiento, etc. Pero también para solicitar más profesionales especializados en trastornos alimentarios. Con estos objetivos, organizamos un congreso cada dos años. Este año, además, se suma el capítulo Latinoamericano de la Asociación Americana de los Trastornos de Alimentación. También se organizan jornadas de trabajo en diferentes centros a lo largo del año.

Creo que es fundamental que los profesionales de diferentes disciplinas nos agrupemos, no solo para poder ofrecer tratamientos homogéneos e ir todos a la par, sino también porque el mundo de los trastornos de salud mental es muy duro, y el de los trastornos alimentarios, concretamente, es durísimo. Es una manera también de que todos nos apoyemos unos a otros, aprendamos uno de otros, y no nos sintamos tan solos. Compartir conocimiento revierte en la atención a las personas afectadas, pero en nosotros también. El problema es que a la gente le cuesta mucho asociarse, y cuando algunos profesionales se jubilan, nos cuesta captar nuevos socios».

Este contenido no sustituye la labor de los equipos profesionales de la salud. Si piensas que necesitas ayuda, consulta con tu profesional de referencia.
Publicación: 2 de Mayo de 2024
Última modificación: 8 de Mayo de 2024

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Si sufres de soledad o pasas por un momento dífícil, llámanos.

María Carrera es presidenta de la Asociación Española para el Estudio de los Trastornos de la Conducta Alimentaria (AEETC), una entidad que agrupa a profesionales de diferentes disciplinas con la intención de compartir conocimiento e ir al unísono en la atención y la prevención de estos trastornos. 

Su larga experiencia como psicóloga clínica le da la perspectiva necesaria para conocer los cambios que han ido experimentando los trastornos alimentarios en los últimos años, que les obliga a revisar el enfoque terapéutico utilizado hasta el momento y a plantear nuevas maneras de atender y tratar a las personas afectadas. Entre estos cambios, resalta las comorbilidades asociadas y la precocidad en la edad de debut, y apunta a las redes sociales como uno de los factores que más han influenciado. 

Ante esta situación, reivindica el papel de las asociaciones, tanto de profesionales como de personas afectadas y familias, y reclama que nos sigamos implicando a través de ellas para avanzar de manera conjunta.