Los abusos sexuales infantiles ¿de qué hablamos?

Resumen
La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que hasta mil millones de niños de entre 2 y 17 años en todo el mundo han sido víctimas de abusos físicos, sexuales, emocionales o de abandono (OMS, 2021). De entre todas estas formas de maltrato, el abuso sexual es una de las violencias más graves y conlleva consecuencias físicas y emocionales que son devastadoras para los niños y niñas que las padecen.
Según Save the Children, el abuso sexual infantil implica la transgresión de los límites íntimos y personales del niño o la niña. Se trata de una imposición de comportamientos de contenido sexual por parte de una persona (una persona adulta u otra menor de edad) hacia un niño o una niña, realizado en un contexto de desigualdad o asimetría de poder, habitualmente a través del engaño, la fuerza, la mentira o la manipulación. El abuso sexual infantil puede incluir contacto sexual, aunque también actividades sin contacto directo como el exhibicionismo, la exposición de niños o niñas a material pornográfico, el grooming o la utilización o manipulación de niños o niñas para la producción de material visual de contenido sexual.
Se trata de un fenómeno del que nadie está exento de ser víctima puesto que trasciende estratos sociales, países, razas, género, etc. Aun así, hay poblaciones que son especialmente vulnerables. Es lo que sucede en el caso de niñas y adolescentes, así como en casos de niños y niñas institucionalizados, con discapacidad, en situación de pobreza y vulnerabilidad, con familias disfuncionales, pertenecientes a familias con antecedentes de agresión sexual, personas menores con tendencia al aislamiento o con dificultades para relacionarse con sus iguales (Ballesteros, 2023).
Se trata de una auténtica lacra social y de salud pública que, si bien se ha manifestado a lo largo de la historia de la civilización, no es hasta el siglo XX cuando realmente se pone el foco en la gravedad de la situación a raíz del reconocimiento de los derechos de los niños y niñas y del estudio de las graves consecuencias en el desarrollo y vida de las víctimas.
Como recoge la Fundación Vicki Bernadet, se estima que un 23-25% de las niñas y un 10-15% de los niños sufren abusos sexuales antes de los 17 años, según estudios nacionales e internacionales. El 60% no recibirá ningún tipo de ayuda y un 90% nada dirá hasta la edad adulta.
Los datos son lo suficientemente claros como para entender la necesidad de una atención especializada en todas sus dimensiones (sanitaria, social y judicial) y la toma de conciencia de toda la comunidad para la prevención y la detección temprana.
Tipos de violencias y estadísticas oficiales
Es importante remarcar que con los abusos sexuales infantiles sucede el fenómeno del iceberg, es decir, que junto a los casos visibles hay una amplia cifra de casos no visibles ni detectados. Según la Fundación Anar, existe una barrera a la confesión y denuncia a causa de la aparición de sentimientos de miedo, vergüenza o culpabilidad, o incluso cierta lealtad puesto que la mayoría de las veces se trata de agresores familiares o allegados. Un secretismo que invade las vidas de los niños y adolescentes víctimas.
Los datos, a veces tan asépticos, nos transmiten poco del drama, de las vidas rotas y las consecuencias que implican cada uno de los casos, por leve que sea, pero son necesarios también para entender la dimensión del problema. Ayudan a ver los escenarios, a desmitificar ideas preconcebidas y a entender que todos y cada uno de los miembros de la sociedad tenemos un papel en la prevención y detección de estos casos.
Según el estudio de Save the Children (2021):
- Un 44,7% de los abusos se producen entre los 13 y los 16 años, aunque la edad media en que se inician los abusos está en los 11 años y medio.
- En el 78,9% de los casos analizados las víctimas son niñas y adolescentes.
- El perfil del agresor está en un 84% en el entorno directo del niño. Entre los espacios más comunes destaca el entorno familiar con casi la mitad (49,5%) de los casos analizados donde algunos de los perfiles de abusador más frecuentes son el padre, otro familiar no identificado, la pareja de la madre típicamente masculina, el abuelo o el tío.
- Este estudio confirma que los abusos sexuales en la infancia se producen en todo tipo de familias y contextos.
El abuso sexual infantil y adolescente puede ejercerse de diversas formas y comportamientos, aunque los más denunciados son los tocamientos obscenos y las agresiones con penetración:
Tocamientos inadecuados
La persona adulta toca o acaricia partes íntimas del niño sin su consentimiento, o fuerza al niño a tocar partes íntimas del abusador.
Exhibicionismo
Cuando la persona adulta se muestra desnuda o realiza actos sexuales frente a un niño con la intención de provocar excitación o confusión en el menor.
Voyerismo
Implica que el abusador observe al niño en situaciones privadas, como cuando está desnudo o utilizando el baño, sin su conocimiento o consentimiento.
Producción o distribución de material de abuso sexual a niños, niñas o adolescentes
Consiste en forzar o manipular al niño para que participe en la creación de fotografías o videos de naturaleza sexual, o la difusión de este tipo de material. Las estadísticas oficiales reflejan un aumento preocupante de las víctimas con un aumento del 111,7% del 2017 al 2021, también mayoritariamente mujeres. Estos delitos han aumentado un 59,2% en este mismo período. Una fuente de información relevante es también la base de datos de INTERPOL sobre explotación sexual de menores y que contiene más de 4,9 millones de imágenes y vídeos. Esta base de datos ha ayudado a identificar a más de 37.900 víctimas de todo el mundo. Del análisis del contenido digital recogido, la INTERPOL identificó una serie de tendencias especialmente alarmantes:
- Cuanto más joven es la víctima, más grave es el abuso.
- El 84 % de las imágenes contienen actividad sexual explícita.
- Más del 60 % de las víctimas no identificadas eran prepubescentes, inclusive bebés y niños pequeños.
- El 65 % de las víctimas no identificadas eran niñas.
- En las imágenes de abusos graves era probable ver a niños, más que niñas.
- El 92 % de los agresores visibles eran hombres.
Violación o penetración
Es una de las formas más graves de abuso sexual, donde el abusador obliga al niño a tener contacto sexual que implique penetración, ya sea vaginal, anal u oral.
En 2023, se denunciaron 21,825 delitos sexuales en España, de los cuales aproximadamente el 42% de las víctimas eran menores de edad. Un 20% de estos delitos fueron agresiones sexuales con penetración, lo que incluye tanto violaciones individuales como grupales.
Además, los datos destacan que las niñas y adolescentes son las principales víctimas de estas agresiones, representando alrededor del 78,7%. Las agresiones grupales, que representan el 10,9% de los casos, también han mostrado un aumento preocupante en los últimos años.
Abuso sexual verbal
Incluye comentarios, insinuaciones o propuestas de naturaleza sexual dirigidas hacia el niño, que lo ponen en una situación incómoda o confusa.
Explotación sexual infantil
Implica la manipulación o coerción de un niño para que participe en actos sexuales a cambio de algo, como dinero, favores o atención.
La explotación sexual de niños, niñas y adolescentes (ESIA) es, según la Red ECPAT Internacional, la forma más extrema en la que se manifiesta la violencia sexual contra la infancia y la adolescencia. Supone la utilización de personas menores de edad en actos de naturaleza sexual a cambio de una contraprestación, pudiendo ser económica o de cualquier otro tipo. Aunque en España nos pueda parecer una realidad lejana, millones de niños lo sufren en todo el mundo y en nuestro país se desarticulan cada año redes de corrupción de menores, donde decenas de niños y niñas han sido victimizadas a través de la prostitución, la trata de personas, en el contexto de los viajes y el turismo, y en el entorno online, según afirma esta organización.
Estas son las llamadas víctimas invisibles porque los datos oficiales sólo contabilizan las relacionadas con procesos judiciales, lo que deja fuera a muchas víctimas identificadas por organizaciones que trabajan en este ámbito. Según un informe de Unicef España, la modalidad que más víctimas registra es la trata con fines de explotación sexual, siendo mujeres y niñas las principales afectadas. La mayor parte de ellas extranjeras.
Sextorsión o grooming
Es el proceso en el cual un abusador establece una relación de confianza con el niño a través de medios digitales o en persona, con el objetivo de obtener material sexual, realizar un encuentro sexual o chantajear al menor.
En este proceso se va aislando a la persona menor, generando secretismo y sensación de intimidad. De forma muy frecuente y amparado por el anonimato de la tecnología, los abusadores se hacen pasar por menores de edad. Según el Informe Viral de Save the Children, una de cada cinco personas encuestadas, de entre 18- 20 años, ha sufrido grooming y el 15% en más de una ocasión. De media, la primera vez que sufrieron esta violencia fue con 15 años.
Consecuencias psicosociales para la víctima
Definir las consecuencias psicosociales para la víctima de un abuso sexual infantil es complejo porque hay numerosos factores que condicionan esta vivencia, su intensidad y su repercusión en el desarrollo de la persona. Factores que están relacionados con la edad de la víctima, la reacción y acompañamiento del entorno, así como características personales.
Aunque no se pueda generalizar, diferentes estudios han encontrado algunos puntos comunes sobre las consecuencias, según recoge el informe de ANAR:
Edad preescolar (3-6 años) | Edad escolar (7-12 años) | Adolescente (13-18 años) |
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Aunque hay menos estudios, se han referido diferentes consecuencias relacionadas con otras tipologías de abuso sexual infantil:
Sexting | Grooming | Pornografía | Prostitución |
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En este mismo informe se apunta que la sintomatología es ligeramente diferente dependiendo de la violencia del abuso. Las víctimas tienen en común la presencia de problemas de ansiedad, miedo, tristeza, aislamiento y soledad, pero las víctimas de violencia sexual muestran estos síntomas con más intensidad, especialmente el miedo, mientras que en casos de violencia física o psicológica la tristeza es más intensa.
Es indispensable que las víctimas reciban atención psicológica lo antes posible, puesto que la vivencia condiciona, en muchos casos, la salud mental y otro tipo de secuelas durante la adultez. Diferentes estudios relacionan haber sufrido violencia sexual durante la infancia o la adolescencia con la presencia de diferentes trastornos de salud mental: esquizofrenia, estrés postraumático, abusos de sustancias, depresión, insomnio, trastornos de la conducta alimentaria e incluso conducta suicida.
El trauma, en definitiva, puede afectar al desarrollo del propio proyecto de vida de la persona por las dificultades emocionales, de rendimiento escolar y victimización sexual, problemas de disfunciones sexuales y mayor vulnerabilidad.
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